El piropo callejero: ¿Halago o mecanismo de control patriarcal?

El piropo callejero encarna una de las formas de violencia más impunes sobre los cuerpos de las mujeres. Apoyado en la invisibilidad de los imaginarios y normas sociales, el machismo ejerce control en las vías públicas como estrategia de imposición de poder.

Pensar en modos de sobrevivencia al acoso callejero en las vías públicas antes de dejar la vivienda forma parte de la experiencia diaria de las mujeres: ¿La blusa es muy transparente? ¿El pantalón está muy pegada o demasiado corto? ¿El pelo o el pajón está muy alborotado? ¿Qué me pueden vocear por esto? ¿El tipo de la esquina estará ahí para darme los buenos días, preguntarme la hora o “darme la bendición” que no le he pedido? Más una innumerable lista de pensamientos y temores para evitar los indeseados piropos callejeros.

Los hombres viven en la constante presión de demostrar su masculinidad ante ellos mismos, ante otros hombres y hacia las mujeres. Piropear es parte de “ser hombre”, una conducta pública para espantar el asomo del fantasma mental de la homosexualidad. Dejar “pasar una” te convierte en palomo y en un flojo. A mayor presencia de hombres en un grupo, aumenta la necesidad de demostración, competencia y acoso. Las mujeres evitamos y nos preparamos antes de pasar por el colmado, la construcción, la esquina de motoconchos, o la parada de autobuses.

La “bendición”, el insistente “buenos días”, el “hola bella” esperan ser respondidos como agradecimiento “al halago”, de lo contrario, la acción es seguida por una sanción: vociferar “mal educada”, “dichosa tú que te saludan” o cualquier otra dañina expresión salida de las entrañas de la violencia machista añoñada en las misóginas “costumbres culturales”. ¿Cuántos hombres reciben en la calle “la bendición» de otros hombres que no conocen? ¿Qué tan frecuente es ver a las mujeres piropeando?

Una encuesta global de la Universidad de Cornell de Nueva York reveló que el 84% de mujeres en todo el mundo experimentaron acoso callejero por primera vez antes de los 17 años. El 82% de las encuestadas informó tomar una ruta diferente a casa o a su destino. El 71% afirmó que las han seguido. Más de 50% reportó haber sido acariciadas o tocadas sin su consentimiento. La mitad de las mujeres que fueron acosadas informaron haberse sentido con ansiedad después de haber experimentado el acoso (Ver estudio ONU Mujeres).

El piropo es acoso sexual callejero realizado desde la violencia machista para ejercer poder, reafirmase y reforzar la subordinación de las mujeres a la categoría de objeto sexual. Forma parte de los pactos de la masculinidad hegemónica para ejercer el derecho patriarcal de dominio del espacio público, desde el permiso social de irrumpir en la privacidad de las mujeres, evaluar sus cuerpos, y sancionarlas cuando no se identifican con la condición de sujeción esperada. 

La feminidad construida desde la subordinación puede identificarse con este mecanismo bajo la idea de la retribución machista correspondida. La construcción de la autoestima basada en el poder propio descarta cualquier tipo de opresión al cuerpo o la personalidad. 

Machista no es solo el que mata, golpea, amenaza o viola, es también quien acomodado en los privilegios patriarcales subordina a las mujeres por cualquier vía, y el piropo callejero es una de ellas. Esta forma de control público, sutil, invisible e impunemente aceptada como “halago”, es realizada desde las desiguales relaciones de poder entre mujeres y hombres, deshumanizándolas a través de la humillación pública.

Reconociendo la fuerte carga misógina que conlleva el acto, en varios países se han tomado medidas legales para sancionarlo, con el interés de contribuir a la prevención de la violencia contra las mujeres. En la región latinoamericana Argentina, Costa Rica, Chile y Perú tienen leyes específicas que sancionan con contravención, al igual que Bélgica y Francia. El Estado de Oaxaca en México adoptó legislación el pasado año. El tema ocupa la agenda legislativa en otros más y está siendo objeto de estudio comparativo en términos legales y de impacto en la vida de las mujeres (Idem).

La erradicación de la violencia machista requiere mayor compromiso de hombres adultos y jóvenes, de la ruptura de pactos patriarcales que conlleven el cuestionamiento de privilegios y construcción de relaciones de género enmarcadas en el respeto entre iguales. Las mujeres tenemos derecho a ocupar las vías públicas sintiéndonos seguras, transitando en la dignidad de los cuerpos que habitamos.

Un pensamiento en “El piropo callejero: ¿Halago o mecanismo de control patriarcal?

  1. Estoy muy de acuerdo con que aun hay temas que afectan a las mujeres, pero de ahí a que exista un supuesto patriarcado, no estoy muy de acuerdo.

    Al menos en occidente no existe eso del patriarcado, contrario a lo que sucede en medio-oriente y algunas otras sociedades de Asia central.

    Las vías públicas se han vuelto peligrosas tanto para hombres como para mujeres, de hecho, es mas probable que en un atraco maten a un hombre que a una mujer.

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